Aún estábamos evaluando las potenciales implicaciones de la salida de Victoria Alonso para Marvel Studios, cuando el despido el pasado 29 de marzo del presidente de Marvel Entertainment, Isaac Perlmutter, ha hecho temblar a toda la Casa de las Ideas. Decimos adiós a toda una leyenda, infame, temido y misterioso, pero crucial para que Marvel resurgiera de su bancarrota como el potencial gigante del entretenimiento al que siempre había aspirado pero nunca había logrado ser. Y para que habiendo conquistado por fin Hollywood, su corazón creativo sigan siendo los cómics.
Imigrante israelí y veterano de La Guerra de Los Seis Días, Perlmutter llegó a Nueva York con 25 años y 250 dólares en el bolsillo, en 1967. Aprendió economía por cuenta propia mientras trabajaba cantando salmos en Yidis para una funeraría judía. Hasta protagonizar su propia versión del sueño americano, con la importante contribución del capital de su suegro y la mentoría de su primer socio, Bernard Marden. Primero como mayorista de juguetes y productos de belleza, a través de su primera empresa, la cadena de tiendas de saldos, Odd Lot Trading, y pronto como tiburón financiero, especializándose en ambas vertientes en la adquisición ya fuera de artículos o empresas en liquidación, para descubrir su valor oculto. Su primer contacto con Marvel sería de hecho a través de su mercadotecnia, aprovechando la crisis del videojuego de 1983 para hacerse con el stock sobrante del Spider-Man de Atari.

Perlmutter posó junto a Marden para un reportaje de Forbes en 1985, en la que sería su única fotografía conocida hasta reaparecer junto a Donald Trump en la campaña presidencial de 2016. Lo que da una idea tanto de su alcance, como de su más que proverbial discreción. Pero ha dejado a menudo su retrato en manos de fuentes indirectas, cuando no directamente de sus enemigos.
Paralelamente, Marvel Entertainment había caído en 1989 en las garras de otro tiburón mucho más expansivo, el magnate de Revlon, Ron Perelman, que erigió un vertiginoso imperio a lomos de la burbuja especulativa comiquera de la primera mitad de los noventa, más todo tipo de jugadas sucias en el mercado de valores para inflar artificialmente la cotización de sus empresas. Incluyendo sectores complementarios a su propia cadena de valor, como la distribuidora de librerías especializadas Heroes World, que se encargaría en exclusiva de Marvel en Norteamérica, o la propia Panini, que ya hacía lo mismo con las licenciatarias de cromos deportivos Fleer y Skybox, que también compró Perelman, y a la que confió a su vez la distribución internacional de sus cómics.

El siguiente paso era la mercadotecnia, y ahí entra Perlmutter, que se había hecho en 1990 con la juguetera especializada en licencias, Toy Biz, que ya había conseguido un gran éxito con las figuras del Batman de 1989. O después con las series de Xena o Hércules, que emitían las estaciones de New World Television, anterior propietaria de Marvel y para entonces propiedad también de Perelman. Que se hizo finalmente con algo más de un tercio de Toy Biz en 1993, a cambio de la licencia exclusiva, perpetua y libre de regalías del catálogo de Marvel. Ambas partes participarían así de todo su margen de venta, en lugar de limitarse por un canon. Pero mientras que Marvel había atado todo su potencial juguetero a Toy Biz, su línea marvelita tan sólo representaba aproximadamente la mitad de la facturación de ésta.
A cambio, Toy Biz incorporó a quien se convertiría en la verdadera piedra angular del futuro de Marvel, al fichar también en 1993 al diseñador de juguetes, Avi Arad, a cambio de otro 10% de sus acciones. Asimismo inmigrante israelí y veterano de la Guerra de los Seis Días, había trabajado de camionero y profesor de hebreo para pagarse sus estudios de administración industrial en Nueva York, y participado en los siguientes veinte años en la creación de más de ciento sesenta juguetes para Mattel, Hasbro, Tyco, Nintendo o Sega. Pero a diferencia de Perelman y Perlmutter, Arad sí era un devoto aficionado a los cómics, y su visión iba un paso más allá de los propios juguetes. De modo que no sólo lideró el desarrollo de productos de Toy Biz, sino que ese mismo año puso en marcha Marvel Films, cerrando por fin el circuito entre la editorial, las adaptaciones y la mercadotecnia contra el que se habían estrellado Stan Lee en los años setenta y Marvel Productions en los ochenta. O tal vez Arad no considerara a su propio Universo Animado Marvel más que como un gran anuncio de Toy Biz, coordinando directamente los lanzamientos de ambas. Pero interconectó hasta ocho series animadas durante el resto de la década, en lo que sería el primer paso hacia el actual Universo Audiovisual Marvel.

Con Perlmutter y Perelman recíprocamente al frente de los Consejos de Administración de Marvel y Toy Biz desde 1995, el siguiente paso fue la creación de Marvel Studios en agosto 1996, de nuevo bajo la dirección de Arad y con la promesa de asaltar por fin la gran pantalla. O más bien de huir hacia delante, en plena oleada de despidos tras el desplome de las ventas de cómics, junto con una huelga de los jugadores de la Liga de Béisbol que arrastró también a los cromos deportivos, y la crisis de la propia Disney, que afectaba gravemente a Panini. Aun negociaron la compra del resto de Toy Biz en noviembre por 350 millones de dólares, para convertirla en subsidiaria de una Marvel que Perelman había comprado una década antes por 82’5 millones de dólares, pero que en su pico había llegado a cotizar a 3.000. Pero antes sobrevino la quiebra, abriendo ese mismo mes de diciembre un auténtico juego de tronos entre accionistas y acreedores, liderados a su vez por Carl Icahn, en el que llegó a ser difícil saber a quién pertenecía la empresa en cada momento.
Finalmente, el tribunal a cargo del concurso aprobó en octubre de 1998 el plan de reestructuración propuesto Perlmutter y Arad, que emergieron como nuevos accionistas mayoritarios de la fusión de ambas empresas, con Toy Biz reconvertida en una división de la nueva Marvel Enterprises. No por casualidad, tras demostrar su viabilidad con el estreno de Blade, poniendo fin a la bancarrota aunque adelgazando su valor a 450 millones de dólares, y con apenas 3 en sus activos,

Perlmutter se deshizo de la ruinosa “Mini-Disney” de Perelman para reorientar Marvel hacia la explotación de sus licencias. Incluso otorgó la licencia del nombre ‘Toy Biz‘ a un fabricante de juguetes con sede en Hong Kong, rebautizado como Toy Biz Worldwide Ltd, al que le subcontrató gran parte de su propia producción. Y aún rescindió anticipadamente el acuerdo en 2006 a cambio de una multa de entre 13 y 16 millones de dólares, para licenciarle los juguetes de Marvel a Hasbro para los siguientes cinco años por 205 millones de dólares, a costa de cerrar silenciosamente la división de Toy Biz en 2007. Un contrapunto necesario al anterior despilfarro, que nos ha dejado sin embargo la caricatura de Perlmutter como un tacaño extremo que no dudaría en recuperar los clips usados de las papeleras de sus empleados, medir los lápices antes de cambiárselos, racanearles en aire acondicionado o incluso papel higiénico. Pero más allá de cuán despiadadas fueran sus reducciones de gastos, también supo cuándo apostar por el riesgo, cuando su responsable financiero, Peter Cuneo, pretendió externalizar también su producción editorial a DC, porque “se trata del único departamento de I+D que genera ingresos”.
Su motor financiero era en cambio la proyección de dicho catálogo. Muy destacadamente a través de Marvel Studios, aunque inicialmente sin la suficiente capacidad financiera para emprender producciones propias, sino coproducciones que Arad licenciaba mediante paquetes creativos completos a otros estudios, para no perder su control creativo tras décadas de frustrantes subproductos externos. Amasando de paso una crucial experiencia de producción, con Kevin Feige, antiguo asistente de Lauren Shuler Donner y productor asociado a The Donners’ Company con 27 años en X-Men, a cargo de enlazar al estudio con los rodajes, como productor ejecutivo de todas sus adaptaciones a partir de Spider-Man (aunque en ésta, todavía sin acreditar).
El salto a la auto-producción era en esencia una cuestión financiera, que recayó en David Maisel, un antiguo ejecutivo de Disney al que fichó Arad en 2004, y que puso los cimientos del Universo Audiovisual Marvel al negociar en 2005 la concesión de un crédito de 525 millones de dólares para producir sus primeras ocho películas, así como la distribución de Paramount y la reversión parcial de Hulk, que seguiría distribuyendo Universal a cambio. Además de recuperar el viejo nombre de Marvel Entertainment para subrayar su nuevo estatus como productora independiente. Mientras Maisel escalaba hasta la vicepresidencia, chocando finalmente con Arad en 2006, a cuenta de los presupuestos y calendario de aquellas primeras producciones. Pero cuando Arad trató de forzar su destitución, Perlmutter volvió a apostar en contra de su fama de ahorrador compulsivo, esta vez en favor de Maisel, quien quería lanzar el Universo Audivisual Marvel mucho más a lo grande, aun jugándose sus últimos personajes como aval del préstamo. De modo que Perlmutter forzó que Arad le vendiera su paquete accionarial a Maisel, y que éste le reemplazara en la presidencia de Marvel Studios, ocupándose personalmente de la producción ejecutiva de los nuevos proyectos y ascendiendo a su vez a Feige a presidente de producción. Arad aún se quedaría como productor ejecutivo de Iron Man, El Increíble Hulk y de las restantes licencias marvelitas de Sony, y ha seguido al frente de múltiples otras licencias como las Bratz, Ghost in the Shell o Uncharted.

También fue Maisel quien negoció la entrada de Disney, a cambio de unos 4.300 millones de dólares que entonces nos descolocaron a todos por cuanto multiplicaban casi por diez los 450 millones en que se había valorado hacía una década Marvel, al salir de la quiebra. Pero ya no sorprenden tanto, cuando quince años después el Universo Audiovisual Marvel roza ya los 29.000 millones de taquilla acumulada (23.000 excluyendo las producciones de Sony). Maisel dejó el estudio tras anunciar la venta en 2009, junto al artífice de su recuperación financiera, Peter Cuneo, para incorporar al equipo económico del Ratón. Si bien, aún permanecería como productor de los proyectos en curso, al tiempo que su paquete accionarial se revalorizaba en 20 millones de dólares y aún probaría suerte con la adaptación de Angry Birds.
Disney mantuvo al anterior equipo de producción tanto de la división cinematográfica, con Feige ocupando finalmente la presidencia de Marvel Studios; como de la división editorial, manteniendo a su vez a Joe Quesada como director editorial de Marvel Comics (hasta consolidar el relevo en 2012), y ascendiéndole a director creativo de toda Marvel Entertainment, para garantizar que cualquier posible adaptación mantuviera la esencia de los cómics, además de aprovechar las posibles sinergias entre los distintos medios. Con sesenta y seis años, Perlmutter también permaneció como su director ejecutivo en el seno de Disney, además de recibir novecientos millones de dólares en efectivo a cambio de su parte de las acciones de Marvel, más veinte millones de acciones de Disney (equivalentes a unos 2.000 millones de dólares), que le valieron para convertirse, como israelí, en la séptima mayor fortuna de Asia en la lista de 2010 de la revista Forbes, y podíamos estimar que el segundo mayor accionista individual de Disney, tras el entonces todavía vivo Steve Jobs, aunque no exista un ranking oficial.

Arad y Maisel han ido desapareciendo de este relato, para identificar a Marvel Studios casi únicamente con Kevin Feige. Que indudablemente se alzó como su rostro público tras la salida de Arad, y desde el principio por encima de Maisel. Perlmutter siguió llevando en cambio un perfil tan bajo que ni siquiera aparecía en la página web de Disney, a diferencia de los directivos de Pixar y Lucasfilm, y la leyenda le sitúa colándose de incógnito, con gafas y bigote falsos, en la premiere de Iron Man, y nunca más habría vuelto a asomar por ningún estreno. Pero sin duda ha seguido imbuyendo su filosofía en Marvel. Físicamente, cuando optó conservar los mismos desgastados muebles de las diminutas oficinas de Marvel Studios en Manhattan Beach al trasladar al personal a las instalaciones de Disney en Burbank, para no cambiar su cultura de empresa. Además de negarse trasladar también al Bullpen desde Nueva York, como sí ha hecho por ejemplo la redacción de DC Comics, ofreciendo por el contrario las austeras oficinas de Marvel en Nueva York para realojar a Disney Publishing, cuando expiró el arrendamiento de la sede de ésta.
Las anécdotas de su obsesión por el ahorro casaban cada vez menos con el pequeño estudio independiente que se había convertido en una major. En una ocasión, se cuenta que montó en cólera porque se habían servido dos refrescos a cada periodista en vez de uno en una fiesta del estudio, y en consecuencia se quedaron sin comida en un evento promocional de Los Vengadores y la prensa habría asaltado el buffet de un acto contiguo de la Universal. O limitaba a un único acompañante incluso el séquito de sus estrellas. Y si esa era su vara de medir para la productora, su férreo control sobre la editorial estaba aún más restringido a su función de laboratorio creativo de aquella, desapareciendo incluso de las convenciones de cómics por carecer de ningún presupuesto para promocionarlos. Y cuando las anécdotas ahorrativas se refieren directamente a tu personal, se vuelven menos divertidas. Además de limitar líneas obvias de negocio, como la reimpresión de clásicos, o tener que externalizar sus propias ediciones de lujo.
Posiblemente Disney le dejara hacer a su antojo, mientras Marvel siguiera siendo rentable. Pero según su peso iba ascendiendo dentro de la empresa, comenzó a influir también en las decisiones sobre licencias y la propia gestión de sus restantes estudios. Incluso se le atribuye estar detrás junto a John Lasseter, de Pixar, de la caída del presidente de la corporación, Rich Ross, después del descalabro de John Carter (2012). Así como despedir a Andy Mooney para tomar el control de la división de productos de consumo de Disney, por no focalizarse suficientemente en las licencias de Marvel, e imponerles igualmente su filosofía de bajos costes. Convirtiéndose en una china en el zapato del mismo director ejecutivo de Disney al que le había vendido Marvel, Bob Iger, hasta el punto de postular presuntamente a su propio director financiero, Jay Rasulo, para reemplazarle en 2014.

Pero fue Iger quien neutralizó parcialmente a Ike, tomando bando dentro la propia Marvel por Kevin Feige, y segregando finalmente a Marvel Studios de Marvel Entertainment en 2015, pasando a colgar junto a Pixar y Lucasfilm directamente de Disney. Un conflicto soterrado del que sólo nos enteramos en el mismo momento de la separación, pasando de presentar por ejemplo Vanity Fair a Feige hacía menos de un año, como «siempre en la línea de la compañía y leal a Ike«, a descubrir una insostenible tensión larvada por las continuas y a menudo tardías revisiones y rectificaciones del Comité Creativo, establecido por el aparato de la editorial para supervisar al desarrollo de sus adaptaciones y conformado principalmente por los presidentes de Marvel Entertainment, Alan Fine (procedente para más señas de Toy Biz) y Dan Buckley (veterano agente de marketing y publiser), el director creativo, Joe Quesada, y el guionista Brian Michael Bendis. Con sus consecuentes sobrecostes, que habrían estallado definitivamente por el creciente presupuesto de Capitán América: Civil War, como ratificarían en parte los mismos hermanos Russo. Slashfilm incluso acusaría a Ike de querer prescindir de Iron Man y por lo tanto de la Civil War en ella, aunque sólo James Gunn llegó a cargar abiertamente contra el Comité, por desdibujar el papel de Ronan en Guardianes de la Galaxia. Si bien, Bleeding Cool responsabilizaría por el contrario a Feige por bloquear al Comité, o bien atribuirse algunas de sus decisiones y particularmente de los méritos de Maisel, absolviendo a Perlmutter de ninguna injerencia creativa y señalando que sería por el contrario la división cinematográfica la que llevaría usando desde el principio a la editorial como chivo expiatorio en los rodajes, y de buscar finalmente la ruptura con el beneplácito de Disney, para librarse así del control de Marvel sobre sus personajes. Todo ello, por supuesto, sin declaraciones de ninguno de los implicados y sin poder corroborar cuántas de estas vendettas internas son ciertas, con lo que está por ver en primer lugar lo oportunas que pudieron ser las revisiones del Comité. Y más allá, de qué otro modo imponer algún filtro creativo desde los cómics, para poder seguir hablando de auto producción de Marvel. Porque la pose de Feige como legítimo fan puede ser sobrevenida, reconociendo él mismo previamente a su ascenso que nunca había sido un verdadero lector antes de producir X-Men. Pero nadie ha interiorizado e implementado la interconexión de los cómics en la pantalla como él.
Como sea, la historia la escriben los vencedores y la segregación marcó el momento en que Perlmutter pasó de ser generalmente descrito como “reservado y frugal” a “temido y excéntrico”. Especialmente cuando Donald Trump le “desenmascaró” con una foto accidental durante la campaña presidencial de 2016. A la que seguirían unas pocas más tras su elección, pasando a encargarse de los veteranos de las fuerzas armadas, junto a otros dos empresarios habituales de Mar-a-Lago, que conformarían el conocido como “gabinete en la sombra”, al no haber sido designados por el Congreso para dirigir ningún departamento gubernamental. Y para completar su perfil, The Daily Mail denunció que habría renovado irregularmente un raro permiso para poder llevar armas en público en la ciudad de Nueva York.

Aunque realmente no haga falta encuadrarle políticamente para presumir su resistencia personal a la inclusión y la diversidad. Desde un supuesto comentario racista sobre que nadie distinguiría a Don Cheadle de Terrence Howard al reemplazarle en Iron Man 2, “porque todos los negros parecen iguales”, a la protesta pública de Mark Ruffalo por la notoria ausencia de juguetes de la Viuda Negra en Los Vengadores (2012), que cabría atribuirle después de que Shane Black apuntara claramente en su dirección al revelar que tuvo que modificar el giro de que Maya Hansen resultara ser la verdadera Mandarín en Iron man 3 (2013), porque no se podrían vender juguetes de una supervillana (como si se hubieran hecho muchas figuras de Killian). Pasando por el despido de la futura directora ejecutiva de DC Comics, Pam Lifford, que además impugnó y ganó por discriminación. Y por el mail filtrado durante el “Sony Hack” de 2014, en el que pormenorizaba a su homólogo, Michael Lynton, de Sony, los desastres de taquilla de Elektra, Catwoman y Supergirl, como remate de una comunicación previa sobre las películas de superheroinas. Aunque para ser justos, habría que considerar también el apoyo la atención médica transgénero de la fundación benéfica NYU Langone Health, que Ike comparte con su esposa Laura, inclusive ofrecerse a sufragar la cirugía transicional de los empleados de Disney.

Si bien, no estamos aquí para juzgar su ideología, sino su desempeño al frente de Marvel Entertainment. Y ciñéndonos a su legado, no bastan ni siquiera las acusaciones directas de Iger en su biografía The ride of a lifetime: Lessons Learned from 15 Years as CEO of the Walt Disney Company (2019), de que Perlmutter habría “levantado barricadas” contra el proyecto de Capitana Marvel (2017), “porque las superheroinas no rinden bien en la taquilla”, cuando ya estaba en marcha bajo su autoridad en 2013, y Feige la anunció antes de la segregación, en 2014; o contra Black Panther (2018), “porque un superhéroe negro no resultaría atractivo en el extranjero”, cuando Marvel Studios lo había incorporó ya en su parrilla de salida desde 2005, partiendo directamente del anterior intento de Artisan Pictures. Y cuando fue el lado televisivo de Perlmutter el que estrenó mucho antes Jessica Jones (2015), o lo intentó también con la Marvel’s Most Wanted de Pájaro Burlón. Además de que también habría que atribuirle a Ike los rumores de que dio personalmente luz verde al cómic de Spider-Gwen (2014), para impulsar una película suya por Sony. O la realidad más inclusiva que nunca en la última década de Marvel Comics, cuando las revelaciones del despido de Victoria Alonso señalarían a que fuera acaso Marvel Studios la que esté dando algunos pasos atrás en ese sentido.
Con sus respectivos 72 y 42 años (actualmente, 80 y 50), el choque de Perlmutter y Feige tenía mucho de relevo generacional. El viejo Nueva York contra el nuevo Hollywood. Pero Ike seguiría siendo uno de los mayores accionistas individuales de Disney, y las divisiones editorial, televisiva y de animación seguían colgando de Marvel Entertainment. Con lo que la segregación debilitó la integración narrativa de las series en imagen real con las películas, a costa de descender la Marvel televisiva de Jeph Loeb a una evidente segunda división. Con picos tan indiscutibles como Daredevil (2015) o Legión (2017), y despidiéndose por todo lo alto con MODOK (2021), pero sin acercarse a la relevancia de las películas. Y siendo definitivamente derrotado tras evidenciarse el coste de la separación entre ambas Marvel con la debacle de Inhumans (2017).
O sencillamente, la irrupción de Disney+ necesitaba la mucho mayor capacidad de arrastre de de Marvel Studios. Por lo que el segundo clavo en el ataúd de Ike fue el nombramiento de Feige en 2019 como jefe creativo de toda Marvel, en sustitución de Joe Quesada, al mismo tiempo que se desplazaba a Marvel Television y Marvel Family Entertainment bajo el estandarte de Marvel Studios y se hacía cargo de todo el futuro contenido marvelita de la plataforma. Reintegrando así narrativamente el cine con la televisión, más la supervisión creativa de la animación y la propia editorial, aunque Perlmutter siguiera supervisando por su parte las operaciones de publicación, ventas, servicios creativos, juegos, licencias y eventos.
Iger se despidió finalmente en febrero de 2020, tras quince años de crecimiento constante y con el broche del lanzamiento de Disney+, siendo nombrado presidente ejecutivo de The Walt Disney Company y dejando su dirección ejecutiva a Bob Chapek. Justo cuando toda la industria del entretenimiento estaba a punto de tambalearse frente a la tormenta perfecta de la Covid-19 y el debilitamiento de la cadena de exhibición ante la expansión del streaming. Aunque siendo evidente que Disney necesita encontrar la manera de dejar de hacerse la competencia a sí misma, también lo es que si le llega a pillar la pandemia sin contar con su propia plataforma, su dependencia del anterior acuerdo de exclusividad con Netflix sería ahora absoluta. Del mismo modo que asumiendo todos los indicios de estrés interno y fatiga externa de Marvel Studios, ha resistido toda esta crisis como el principal pilar de la corporación, por volumen de producción, por seguimiento de público y por sus resultados financieros.

Arrinconado en la disminuida Marvel Entertainment y más volcado en su actividad política que en la empresarial, Perlmutter parecía ya de salida. Pero más sabe el diablo por viejo que por diablo. Su asalto a Marvel en 1997 no había sido su primera revuelta de accionistas, y tan pronto como olfateó la creciente inestabilidad de Disney, el pasado verano, comenzó a promover la candidatura del veterano magnate de la industria alimentaria (y consuegro de David y Victoria Beckham), Nelson Peltz, a la Junta Directiva de Disney. Con un discurso pro ahorrativo y una alianza entre bambalinas con el propio Chapek, con la intención confesa de evitar “el regreso de los exejecutivos”. La Junta renovó por unanimidad a Chapek a finales junio, se suponía que hasta 2026, pero Perlmutter se estaba adelantando ya al regreso en noviembre de Bob Iger. Quien tampoco esquivó el envite, señalando por ejemplo a Variety que el apoyo de Perlmutter a Peltz respondería a su decisión de arrebatarle el control de Marvel Studios en 2015. Iger se impuso definitivamente al ser capaz de presentar unas fuertes ganancias ante la conferencia de resultados del primer trimestre, el pasado febrero, a la vez que admitió la necesidad de mejorar la gestión de las principales franquicias de Disney y anunció un ambicioso plan de recuperación con hasta 7.000 despidos (un 4% de la plantilla de Disney) y 5.500 millones de dólares de recortes. Sin molestarse en ocultar que su verdadero oponente no era Peltz sino Perlmuter, revelando que el presidente de Marvel Entertainment habría pretendido despedir a Feige antes de la segregación, y especulando con que toda la operación respondiera aún a su “descontento” por ello.
No obstante, Ike había exhibido la suficiente fortaleza como para considerarle definitivamente de vuelta, por lo que su despido nos ha cogido por sorpresa a todos. Las primeras informaciones de The New York Times no lo relacionaban sin embargo con su envite con Iger, sino con la reestructuración de Disney, señalando que toda su división, así como Disney Media and Entertainment Distribution, de adquisiciones de televisión, serán absorbidas por otras unidades más grandes de la empresa, por considerarse redundantes dentro de ésta, además de redefinir la estructura de Disney Entertainment, ESPN y Parks, Experiences & Products y suprimir directamente la unidad de “metaverso” favorita de Chapek. Y en efecto, el copresidente de Marvel Entetainment, Rob Steffens, y su abogado principal, John Turitzin, han acompañado también a Feige en su salida, elevando la maniobra a un nivel corporativo.
E inauditamente, el siempre reservado Perlmutter se ha desquitado con una incendiaria entrevista a The Wall Street Journal, en la que pretendiendo legitimarse, ha conseguido ratificar él solo buena parte de su caricatura. Según su versión, el abogado general de Disney, Horacio Gutiérrez, le habría notificado la desaparición de su puesto por razones de reducción de costes. Aunque considera que se trata de «una simple excusa conveniente, para deshacerse de un ejecutivo veterano que se ha atrevido a desafiar la forma de hacer negocios de la compañía”. Rechazando que su despido se sea una verdadera medida de ahorro, sino que “se ha basado en diferencias sustanciales entre mi pensamiento y el liderazgo de Disney, porque me importa el retorno de la inversión». De hecho, habría seguido pidiendo las declaraciones de ganancias de las películas de Marvel Studios después de la segregación y considera que el gasto está fuera de control, haciendo extensiva dicha valoración también a Chapek, pero denunciando que habrían tenido las manos atadas: «No ha habido manera de enderezarlo, porque las personas creativas son muy poderosas en The Walt Disney Company. Y si algo he aprendido durante toda mi vida, es que no puedes darle a ningún creador una tarjeta de crédito sin límite. Llevan treinta años despilfarrando, ¿por qué cambiarían? Todo lo que hablan es de taquilla, taquilla. A mí lo que me importa el resultado final, no cuán grande sea la taquilla. Sólo la gente de Hollywood habla de taquilla”. Con lo que confirma que se habría enfrentado a Feige por el control presupuestario, por raro que suene pretender obviar la taquilla de la mayor franquicia de la historia del cine, sobre todo si comparas los registros de su propia Marvel Television con los de Marvel Studios. Si bien, también niega la acusación de Iger de haber intentado despedir nunca al Feige, y no deja de resultar paradójico que el Universo Audiovisual Marvel pudiera aspirar en primer lugar a las superproducciones gracias a la apuesta de Ike por Maisel, quien muy honrosamente reaparece el día de su caída para reconocérselo en el mismo artículo.
Por otra parte, aseguró no estar directamente implicado en la lucha de poder de Peltz, pero habría tratado de favorecer su incorporación a la junta con la esperanza de que eso contribuiría a que sus ideas fueran escuchadas: «Mi experiencia con cualquier corporación importante, cuando tienen problemas y se quedan sin efectivo gratis, o lo que sea, es que las personas como Nelson Peltz generalmente saben cómo volver a encarrilarlo”. Pese a lo cual, manifiesta tener una buena relación de trabajo con Iger, a pesar de su tumultuosa historia, rememorando abogar en 2014 por subirle el sueldo, después de que se quejara de un supuesto agravio comparativo respecto a sus contrapartes de otros estudios.
Incluso se ha posicionado sobre la polémica ley ‘No digas gay’ de Florida. Nada menos que a favor del gobernador republicano, Ron DeSantis, en su lucha por despojar a los parques temáticos de Walt Disney World de sus privilegios fiscales e influencia local, por posicionarse en contra de su norma. Llegando a advertir a otros jefes de la compañía que no se metieran en política, y a reconocerle personalmente al propio DeSantis que tiene razíon: “Disney no tiene derecho a involucrarse en política. Te vas a lastimar. Es una situación en la que nadie gana”. Como si él mismo no fuera un político.
Apreciando la ironía de que el obsesivamente ahorrador Perlmutter haya caído precisamente como parte de una campaña de reducción de costes, podemos trazar un paralelismo con las salidas de Maisel y Cuneo al integrar a Marvel en 2010 en Disney, por cuanto toda reestructuración empresarial persigue amortizar los puestos redundantes. La cuestión es si como entonces, se prescindirá del equipo corporativo pero se retendrá al creativo. O dejando al margen la estructura de producción de Marvel Studios, si la disolución de lo que quedaba de Marvel Entertainment implicará también la de Marvel Comics. Porque Disney dispone también de su propia ala editorial, en la que para más señas ha venido contratando desde hace años a no pocos cargos de DC Comics. Y que ya han asumido ocasionalmente licencias de la propia Marvel, como libros ilustrados y de prosa, o cómics infantiles de sus personajes. Tal vez ahora se entienda mejor porqué pretendió acoger Perlmutter a Disney Publishing en el Bullpen, en un momento en el que tan sólo la dirección creativa de Feige conecta corporativamente a la editorial con sus adaptaciones. El único hilo por el que no cabe considerar al estudio como una licenciataria más, aunque sea a costa de invertir la jerarquía de las adaptaciones. Y podría quebrarse del todo, si Iger disolviera la producción editorial, ya sea dentro la misma empresa y/o externalizándola, como en su día pretendiera Cuneo y vienen ensayando las reimpresiones de lujo de Taschen o Penguin.

O bien, disolver Marvel Entertainment podría haber sido la única vía para deshacerse de Ike. En la misma entrevista posterior a la Conferencia de febrero, Iger reconocía casi a modo de advertencia haberle prometido a Perlmutter al comprar Marvel en 2009, que él seguiría al frente, “pero no necesariamente para siempre”. En aquellos tiempos se especulaba con que le hubieran garantizado cinco años de permanencia, del mismo modo que Perfect Film se comprometió a mantener durante cuatro años a Martin Goodman al frente de la editorial, y a su hijo Chip al de las licencias, al comprar Marvel en 1969. Desconocemos si dicha cláusula, de existir, pudiera ser vitalicia, pero en tal caso podrían haber optado por rodearla haciendo desaparecer como tal a Marvel, como conjetura Comics beat. Incluso, solapar su despido tan sólo nueve días después del de la presidenta de Marvel Studios, Victoria Alonso, podría tratarse de la contraprestación que hubiera reclamado Feige, como condición ya no para renovar los cómics, sino toda la empresa.

De momento, el director editorial de Marvel Comics, C. B. Cebulski, sigue dependiendo de Dan Buckley, aunque todavía no sepamos en calidad de presidente de qué. Y podemos atribuir a la conexión de Buckley con Kevin Feige, en tanto que director creativo, que volvamos a encontrar a autores como Zeb Wells en la serie de She-Hulk y Jason Aaron en Thor: Love & Thunder, o que Cody Ziglar salte en el sentido contrario este mismo mes desde la Abogada Hulka a Miles Morales: Spider-Man, como habían hecho Brian Michael Bendis, Mark Millar, Joe Michael Straczinsky, Craig Kyle o Christopher Yost en las dos primeras fases del Universo Audiovisual Marvel, pero habíamos dejado ver durante los cinco años de la segregación. Incluso, si Marvel Studios tuvo que independizarse de Marvel Entertainment para poder controlar sus inversiones, es posible que su disolución de represente también una mayor independencia financiera para Marvel Comics. Siempre que en Disney comprendan, como sí hizo Perlmutter, que el mayor capital de la Casa no es su catálogo de propiedades intelectuales, sino sus Ideas.
Pero hoy nos toca despedirle a él, y qué mejor que dándole la palabra, en su propio comunicado de despedida… por ahora:
“Durante mucho tiempo esperé que mi relación laboral con Disney terminaría. Que sea el resultado de mi intento de ayudar a Disney a mejorar su negocio debería entristecer a muchos accionistas como me sucede a mí, el mayor accionista individual de la compañía. A pesar de la terminación de mi empleo, seguiré teniendo mis acciones de Disney y seguiré buscando mejoras en la empresa para el beneficio de todos los interesados.
Cualquiera que me conozca es muy consciente de mi fijación con la disciplina fiscal para mejorar la eficiencia. Es ese enfoque de las operaciones de Disney lo que ha formado mi apoyo a Trian, en la búsqueda de restaurar el dividendo, subsanar la inflada estructura de los costes de la compañía y asegurar una sucesión exitosa del director ejecutivo. El director ejecutivo de Trian, Nelson Peltz, tiene una larga trayectoria en la mejora de los rendimientos de los accionistas en muchas empresas de consumo líderes. Creo que podría haber hecho lo mismo por Disney como miembro de su Junta Directiva. Es una decepción para mí y creo que para muchos compañeros accionistas que no fuese bienvenido en la Junta y que se necesitara la amenaza de un lucha de poderes para que la Junta y la administración comenzaran a actuar.
Mis lazos con Disney son profundos y se extienden por más de 30 años. La marca de Marvel que incorporé a la empresa en 2009, es ahora una de sus unidades comerciales más sólidas y rentables, así como una de las franquicias de entretenimiento más conocidas del mundo.
Deseo solo lo mejor para las partes interesadas de Disney: sus empleados en todo el mundo, sus millones de fanáticos y clientes devotos, sus brillantes creadores y colaboradores, y sus muchos accionistas, como yo. Continuaré abogando por acciones que aseguren la salud financiera a largo plazo de Disney y permitan que una nueva generación de gerentes revierta la tendencia de caída del capital accionarial y devuelva el dividendo a su nivel anterior”.
Y si todavía te quedan ganas de más, no te pierdas nuestra cobertura en el podcast de TBO en Pantalla.
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