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Parecía imposible, pero la Tercera Generación mutante no sólo ha sido el primer blockbuster en estrenarse en plena pandemia, sino que ha logrado inyectar la sangre nueva que prometiera hace casi tres años su primer traíler, en octubre de 2017, a una franquicia mutante que había quedado relegada por su propio género. Por no remontarnos otra década, hasta el primer intento de Zak Penn en 2007, que desembocó, recombinado con el X-Men Orígenes: Magneto de David. S. Goyer, en X-Men: Primera Generación. Pero con una primera fecha de estreno tan lejana como febrero de 2018… de poco sirve realizarle una transfusión a un cadaver.
Los Nuevos Mutantes llega simplemente demasiado tarde para resucitar la última franquicia marvelita de los ahora rebautizados como 20th Century Studios, y demasiado pronto para su anunciada pero aún lejana llegada al Universo Cinemático Marvel. Lo cual debería quedar fuera de la sala de cine pero condiciona inevitablemente su visionado, porque no podemos evitar compararla con la película que podría haber sido, cuando la vuelta al rodaje que se anunció como sustancial en 2018 nunca llegó a producirse. Vulture ha redimensionado sin embargo radicalmente su alcance, porque respondería a un desencuentro creativo muy anterior entre las visiones de Boone y la productora.
Debe remarcarse, por tanto, el carácter profundamente personal de un proyecto que propusieron a iniciativa propia por Boone y su coguionista y amigo de la infancia, Knate Lee. Realizaban cómics juntos desde pequeños y hasta crearon su propio sello, J&M Comics, además de firmar la actual adaptación televisiva de Apocalipsis, de Stephen King, con cuyo peculiar cruce de géneros emparentan directamente el punto de terror que aportó Bill Sienkiewicz a una serie adolescente como eran Los Nuevos Mutantes. De modo que aprovecharon el éxito de Boone en Fox con Bajo la misma estrella en 2014, para plantear una trilogía de Los Nuevos Mutantes, curiosamente en forma de fan-cómic, en la que cada entrega exploraría un subgénero de terror distinto: casas encantadas en esta primera entrega, una invasión alienígena en la segunda y demoniaco en la tercera.
El libreto de Boone y Lee ya se habría visto sometido a multitud de revisiones antes del rodaje, conforme al relato de Vulture. En primer lugar para reforzar sus personajes, por los guionistas de Bajo la misma estrella, Scott Neustadter y Michael H. Weber. Pero Fox pretendería proseguir la senda que tan buenos resultados le había dado en Deadpool y Logan, y el terror le ofrecía la posibilidad de diversificar tonalmente la franquicia mutante, y sobre todo abaratarla, tratando de mitigar el componente de cine adolescente a lo John Hughes en sucesivas revisiones a cargo de los guionistas de Expediente Warren, Chad Hayes y Carey W. Hayes, o el escritor de Abraham Lincoln: Caza vampiros y productor de los remakes de It, Seth Grahame-Smith. Boone habría rechazado sistemáticamente todas sus aportaciones, mientras seguía presentando a sus productores montajes del reparto supuepuesto sobre cintas adolescentes ochenteras coetáneas al cómic como El Club de los Cinco o La leyenda de Billy Jean.
Un enfrentamiento que le da una connotación completamente diferente a la aparición en coming soon en 2016 de un footage animado de prueba [SPOILER: que ahora sabemos que anticipaba más que fielmente el desenlace de la película, y] que muy posiblemente pretendiera validar su visión ante el aficionado, similarmente al test «filtrado» de Deadpool en 2014:
Antes de llegar al punto de ruptura, el guionista de Logan y script doctor en la sombra de varias de las últimas entregas mutantes, Scott Frank, enjuagó finalmente las diferencias creativas del proyecto a punto de empezar el rodaje. Junto al golpe que representó la decepción de X-Men: Apocalipsis (2016) para toda la franquicia, ya antes de la entrada de Disney. La respuesta fue alejar los spin offs de la saga principal, prescindiendo de la ambientación ochentera -aunque mantenendo su cronología deliberadamente ambigua- y suprimiendo las apariciones de James McAvoy y Alexandra Shipp como Xavier y Tormenta. El cameo del Profesor-X se redujo a una mera alusión, sin llegar ni a nombrarle, pero Ororo hubiera estado en palabras de Boone «muy relacionada con el papel de Alice Braga [Cecilia Reyes]», con la duda de si la acompañaba o directamente le ha reemplazado. Braga fue de hecho la última actriz en unirse al elenco apenas unas semanas antes de iniciar el rodaje y tras tantearse a Rosario Dawson. Aunque no lamentamos la ausencia de una Ororo que según Vulture sólo hubiera retorcido (aún más) su personaje [SPOILER: representándola como «una carcelera sádica«,] en base a un giro de guión que finalmente protagoniza un personaje mucho menos asentado como la doctora de Scott Lobdell y Carlos Pacheco, [SPOILER: que debía conducir a la revelación en la escena postcréditos de Jonattan Hamm como Mr. Siniestro. Pero fue risiblemente desestimado para presentarlo en Gambito, redundando nada más que en lo que ya sabíamos de la conspiración de la Essex Corporation por X-Men: Apocalipsis y Logan.]
También se descartó un flashback al origen de Magik y Coloso, en principio debido a limitaciones de presupuesto aunque omitiendo su parentesco, más allá de que ambos compartan efecto especial al blindar su brazo. La escena rememoraría el rescate de Illyana de niña por Piotr de ser atropellada por un tractor en X-Men Giant Size #1 USA, aunque Boone la remita curiosamente a la escena homóloga del del maizal de Superman III. Igualmente se desestimó incluir a Magma para no sobrecargar las procedencias exóticas de sus personajes hasta el punto de desviar el foco de ellos. Y Boone tuvo que optar entre eliminar a Warlock o al Oso Demonio, para no disparar el gasto en CGI, reservando al tecnarca para la segunda entrega, ambientada en Brasil y en la que también se habría incorporado Karma. La iba a preparar ya la escena postcréditos de ésta, nuevamente eliminada para no enlazar con ninguna otra cinta, en la que se presentaba a Antonio Banderas como el padre de Roberto Da Costa (Henry Zaga) [SPOILER: y miembro como en el cómic del Club del Fuego Infernal. A falta de confirmación sobre si llegó a rodarse, las notas de producción de Disney España apuntan que Roberto ingresó en el hospital Milbury efectivamente por decisión de sus padres, a diferencia de sus compañeros, y es en efecto el único que pretende poder contactar con el exterior para abandonar el recinto durante la película].
El rodaje tuvo lugar de julio a septiembre de 2017. Apenas tres meses después, Disney anunció la compra de Fox en diciembre, posponiendo presumiblemente la prometida vuelta al rodaje hasta consumar el largo proceso de absorción en marzo de 2019. Y en junio, le dio la puntilla el descalabro de X-Men: Fénix Oscura. Para entonces, el elenco ya era demasiado mayor para retomar sus papeles, o Disney no quiso invertir más dinero en una vía muerta. Un limbo corporativo que paradójicamente ha podido preservar mucho más del trabajo de Boone que si los rerodajes se hubieran llevado a cabo, dado que Fox habría llegado a plantearse rehacer la película, no ya en un 50% como se publicó originalmente, sino incluso íntegramente desde cero, según la «autopsia» de Vulture.
Y entonces, cerraron los cines. La Covid-19 puso en pausa todas nuestras agendas, incluyendo la cuarta fecha de estreno de Los Nuevos Mutantes, pero ésta se quedó después fuera de la posterior reordenación de la parrilla marvelita, disparando las especulaciones de que pudiera saltar directamente a Hulu o Disney+, junto a otras producciones incluso más ambiciosas del Ratón, como Artemis Fowl o Mulan. Y más que especulaciones, filtrándose incluso un supuesto tráiler australiano que lo anunciaba para el 4 de septiembre, o apareciendo durante algunas horas para preventa en Amazon. Ya reprogramada su definitiva quinta fecha de estreno, Boone ha asegurado sin embargo que su paso por la gran pantalla estaba contractualmente garantizado. como parece ser también el caso de The Kings’ Man: La primera misión, como última producción restante de Fox heredada por Disney. Pero tal vez no sea tan automático aplicar una cláusula pre-Covid ante un supuesto de libro de fuerza mayor como una pandemia, por lo que no debe pasarse por alto que justo antes de reagendarla, un aparentemente inocente reportaje sobre sus efectos especiales en la revista Cinefex volvió a apelar directamente al espectador, al renovar con esta captura de pantalla la misma promesa del metraje animado de hace cuatro años, en imagen real:
No sabemos cuánto de la visión de Boone habrá sobrevivido a semejante culebrón de producción y distribución, pero el director asume plenamente como propio el montaje que ha llegado finalmente a los cines, al que tan sólo se le habrían recortado seis minutos desde su edición de mayor duración. Si bien, anticipa veinte minutos de escenas extra para la edición doméstica, y reconoce que elegirá su próxima película con más prudencia. Aunque señala más a lo estricto del presupuesto que a ninguna injerencia creativa: «Una vez te embarcas en una película, y en lo difícil que es tener que ajustarte a un presupuesto, te das cuenta de que tendrás que dividir tu sueño por la mitad.»
Ésa es la única mitad que podemos juzgar como espectadores. Y ciertamente, se queda muy lejos de la prometida rebeldía adolescente o de infundir el terror de sus referentes cinematográficos, por más que adopte la estética y códigos narrativos de ambos (agradeciendo no obstante que omita los sustos bruscos). No digamos ya de la experimentalidad de Alan Parker en la adaptación de El Muro de Pink Floyd, que ya sustentaba el andamiaje surrealista de la serie de Legion, no por casualidad extraída de la misma etapa del cómic. La conexión de Boone es mucho más epidérmica que la Noah Hawley, tomando prestada su tipografía y la canción del primer trailer, pero sólo el eco de unos escolares que eran quienes llevaban las máscaras en la procesión de los recuerdos de Pink para ser literalmente triturados, sin la opción que sí tienen los mutantes para enfrentarse a sus miedos. La película acaba siendo paradójicamente más modesta que su propia promoción, explicitando únicamente el referente de otro cómic similarmente disfrazado de serie de terror como Buffy, Cazavampiros.
O el propio cómic de aventuras que era asimsimo bajo su superficie vanguardista Los Nuevos Mutantes. Casi podríamos identificar el paso de las etapas de Bob McLeod a la explosión de Sienkiewicz en la estructura demasiado lineal del filme. Acaso, porque a la Dra. Reyes le falta entidad sin Xavier ni Tormenta como para que el misterio de su trasfondo resulte relevante, demorando la trama en dos primeros actos en exceso expositivos, hasta el acelerón final del desenlace. En el fondo, se acomoda al mismo esquema de toda la franquicia, arrancando con el despertar de los poderes de un nuevo mutante que después servirá de guía al público, para sobrevivir al enésimo progromo mutante y desembocar como las cuatro precuelas en la eterna promesa de la fundación del grupo. Pero eso no es más que el telón de fondo, porque el verdadero enemigo está dentro de sí mismos.
Los Nuevos Mutantes comparte curiosamente el punto de partida de Glass, cuya producción fue prácticamente simultánea. La comparación deja en evidencia el escaso pulso narrativo de un Boone forzadamente introspectivo, a base de terapias, pesadillas y polígrafos, y en el fondo, mucho más estereotipado de lo que pretende; pero también revaloriza la sinceridad y la cercanía al espíritu del cómic de su retrato. Empezando por un elenco que ya escapaba desde el papel al canon del físico ideal del género, y extendiéndolo a una contención sorprendente en el género, confinando a sus únicos seis personajes en un solo escenario, el mismo Medfield State Hospital de Boston en que se rodó Shutter Island. La claustrofobia de cinco jóvenes atrapados en el trauma de sus poderes, en la misma línea post heroica que venía tratando de imprimir Simon Kinberg a Los Cuatro Fantásticos, Logan o su propia X-Men: Fénix Oscura, pero sin negar la obra original sino asentándose por fin en ella, y en la propia cárcel que puede ser la adolescencia.
La magnética Magik (Anya Taylor-Joy) se roba cada escena, pero a diferencia de Lobezno, por fin no la película, en la primera cinta grupal verdaderamente equilibrada de toda la franquicia. Antes bien, la trama parte de Dani Moonstar (Blu Hunt), y está instrumentalmente planteada para dar juego al resto de sus compañeros a través de sus poderes. Su vínculo telepático con Loba Venenosa (Maisie Williams) se reformula como el pilar emocional de la película, traduciendo al registro de la película sus elementos más fantásticos, pero manteniendo la honestidad de la adaptación. [SPOILER: Con una naturalidad que ha desactivado por una vez cualquier polémica de representación, aunque Boone se apunte con cierta ironía el tanto de llevar a primer término la primera historia de amor homosexual de una película Disney, devolviéndole el guiño a Buffy.] Quedan en un plano más secundario unos apenas correctos Bala de Cañón (Charlie Heaton) y Mancha Solar (Henry Zaga), que se limitan a perfilar su amistad y orígenes sin acabar de encontrar su espacio. Pero todos ellos resultan en suma creíbles y reconocibles en su adaptación, y atesoran un potencial que confirma a la tercera generación de mutantes como el mayor superpoder de Fox .
El tercer acto va un paso más allá y desencorseta ¡por fin! el nivel de fantasía de la franquicia, demasiado tarde para reengancharla al tren del género, pero a tiempo al menos de darle un final satisfactorio a la película. La pirotecnia digital está a la altura mínima exigible, y antes bien, revela que la película no es tan pequeña como haría parecer su premeditado minimalismo. El Oso Demonio nos puede hasta sacar la espina de los nebulosos Fénix o Galactus de Fox, sin perder la coherencia con la perspectiva psicoanilítica con la que se ha construido su aparición durante los dos primeros actos. Todo un nuevo mundo para explorar, en especial por Magik, cuya mationeta de Locheed se atreve a apuntar hacia el crossover de «Inferno«, en una tercera entrega en la que los Nuevos Mutantes aspiraban a cruzarse finalmente con la Patrulla-X.
Un futuro truncado que Boone aún encomendaba a un improbable taquillazo el día del estreno. Pero que con 20 millones de dólares recaudados globalmente en sus dos primeros fines de semana, para un presupuesto estimado de entre 65, 80 o hasta 100 millones, según la fuente, podemos augurar ya que no será posible. Si Disney pretendía testar si el público está listo para volver a las salas, la verdadera lección que debería extraer Marvel Studios es cuánto queda por explorar entre los mutantes. Su verdadero motor no es el conflicto ideológico de la mutación, sino los personajes, en su primera adaptación auténticamente claremontiana, por encima de que se apoye en la estética de Sienkiewicz o ningunee a McLeod. Una parábola de la marginalidad en la que nunca se había sumergido realmente Fox, que debería haber llegado hace una década en lugar de X-Men Orígenes: Lobezno, pero que abre una nueva puerta para diferenciar al homo superior cuando desembarque en el mucho más glamuroso y brillante Universo Cinemático Marvel. En ese sentido representa un apropiado testamento a los veinte años de franquicia mutante y veintiseis años como licenciataria Marvel de Fox… pero tendrá que contentarse con cerrar el círculo del telefilme de Generación-X de 1997. Más meritoria en sus intenciones que en su verdadero alcance, Los Nuevos Mutantes puede quedarse corta en casi todos los aspectos, pero al mismo tiempo, su mayor logro es haber logrado mantenerse pequeña.
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