Muchos años antes de que Spiderman apagara la oscuridad, Superman había sobrevolado ya los escenarios de Broadway en 1966, y la pequeña pantalla en 1975, con el musical Es un pájaro… es un avión… ¡Es Superman! La propia Marvel tenía una larga trayectoria discográfica y no pocos intentos fallidos de adaptaciones músicales y espectáculos en vivo, cuando sus jóvenes lectores se encontraron en las mismas páginas de sus cómics, en 1985, la promesa de que podrían formar parte de uno:
Si eres lector de este blog, muy probalemente te habrás topado antes con este anuncio, pero tal vez no sepas hasta dónde llegó realmente el proyecto. Marvel había encargado directamente el libreto, música y letras del espectáculo a los dramaturgos Mel Mandel y Norman Sachs en 1982, pero no se puso realmente en marcha hasta que la productora Shari Upbin ocionó sus derechos en 1985, con un presupuesto de cuatro millones de dólares y un estreno inicialmente previsto para 1986, tal y como avanzaba The New York Times:
El casting del cómic buscaba una niña de entre 10 y 14 años y que supiera cantar y bailar, para interpretar a una «amiga muy especial» del Capi. Lo que hacía aún más extraño que partieran de una versión retirada y panzuda, en plena crisis de la mediana edad del héroe, en un mundo en el que el propio concepto del heroísmo habría pasado de moda, tal y como Mandel y Sachs concebía la América de los ochenta. El mismo presidente de Marvel, James Galton, aplaudía la licencia, asegurando que parte de la tradición marvelita de héroes con los pies de barro era reírse de sí mismos. Si bien, el Capi reencontraría por supuesto la forma en cuanto unos terroristas secuestraran a su novia, candidata a la presidencia de Estados Unidos. John Cullum, Philip Rose, Joel Silberman y Lara Teeter fueron anunciados como protagonista, director de escena, director de orquesta y coreógrafa respectivamente, completando una ficha técnica de primer nivel. Y Upbin invirtió medio millón de dólares en su promoción, incluyendo un segundo casting por el que pasaron hasta 900 bailarines y un ambicioso paquete de merchandising, mientras presumía en USA Today de sus avances en efectos especiales.
Pero las niñas que habían respondido al anuncio del cómic nunca fueron convocadas a ninguna prueba. El estreno se retrasó primero a 1987, reorientándose al circuito de teatros regionales ante la falta de inversores de Broadway, hasta que finalmente Upbin dejó caducar sus derechos. Tan sólo quedan desperdigadas por Internet unas cuantas versiones aficionadas del tema «Nobody asked me to lead the parade this year», que interpretaba Cullum ante los potenciales exhibidores: