Aún sin recuperarnos de la cancelación de su serie de animación, recordamos el pasado cinematográfico de un héroe ya no tan nuevo, pero que sigue atrapado treinta y cuatro años después en un mundo que no es el suyo:
Incluso ahora, que el catálogo de adaptaciones Marvel se ha abierto por fin más allá de sus grandes iconos, sorprende que un personaje tan aparentemente improbable como el Pato Howard, diera los primeros pasos fílmicos de La casa de Las Ideas, allá por 1986. Su elección cobra más sentido si retrocedemos esos treinta años, y desde la personalísima visión creativa de George Lucas. El lanzamiento de su serie regular había representado, diez años atrás, la primera gran explosión de ventas de la muy necesitada Edad de Bronce marvelita, justo cuando Star Wars se preparaba para ser la segunda, lo que no le evitó la correspondiente parodia del pato. Howard llegó a protagonizar su propia tira de prensa, una revista en blanco y negro y hasta un serial radiofónico, con la voz de James Belushi. Claro que para cuando Lucas se hizo con sus derechos, tras una opción previa de Selluloid Productions y solventar sendos contenciosos con su creador, Steve Gerber, y con Disney, La Edad de Bronce quedaba ya muy lejos de la netamente superheroica Marvel de Jim Shooter. Pero eso representaba un aliciente para un cineasta tan íntimamente anacrónico como Lucas, que al fin y al cabo había resucitado los seriales de su infancia con Star Wars e Indiana Jones.
Lucasfilm contó con el respaldo de la productora que más experiencia tenía con Marvel en imagen real televisiva, Universal Pictures, y que tras el final en 1982 de El Increíble Hulk, había tanteado llevar al cine a Estela Plateada. Buscaban su propio “Superman”, como demuestra un presupuesto de 37 millones de dólares –el doble por ejemplo ese mismo que Regreso al futuro y por encima de toda su trilogía galáctica– , y un reparto a la altura del mismo, con Lea Thompson y Jeffrey Jones en la cima de su fama ochentera, junto a un desubicado Tim Robbins que aún hoy reconoce no saber de qué iba la película. La cuestión es que habían adquirido un icono sino un personaje de culto, y a este lado del Atlántico ni eso, apoyándose por algo internacionalmente por algo en la muletilla “Un nuevo héroe”
Con Lucas de productor ejecutivo, llegó la co-escritora de American Graffiti e Indiana Jones y el templo maldito, Gloria Katz, como guionista, y su marido, el especialista en comedias Willard Huyck, como director. Repiten asimismo los productores de El Retorno del Jedi, Robert Latham Brown e Ian Bryce, que reincidiría después con Spider-Man. Y muchos técnicos de ambas sagas, como Joe Johnston, oscarizado por los efectos visuales de En busca del Arca perdida, veinticinco años antes de dirigir Capitán América: el primer Vengador; o el maestro de la stop-motion, Phil Tippett, cuyo Señor de Las Tinieblas no tiene nada que envidiar a su propio Ráncor. De hecho, Howard se proyectó inicialmente como una cinta de animación, para luego reconvertirse a imagen real como escaparate de Industrial Light & Magic. Si bien se trata de un producto básicamente artesanal, sin rastro de la incipiente infografía que ya habían empleado un año antes en El secreto de la pirámide, y que eclosionaría tres años después en Abyss, al no concebirse en base al despliegue visual y tener que cumplir los plazos de La Universal. A día de hoy, en cambio, es donde radica gran parte de su encanto, incluyendo un traje de Howard de dos millones de dólares, el primero con mecanismos animatrónicos accionados por radiocontrol, ridiculizado en su momento pero que ha envejecido mucho mejor de lo que hubiera hecho cualquier efecto especial. Y una representación de Duck world que figura entre los mejores arranques de ninguna película Marvel, pese a que Gerber, asesor de la cinta, había tratado de sacarlo de continuidad en el cómic junto a las demás aportaciones de la etapa de Bill Mantlo. Del mismo modo brilla la banda sonora de John Barry, ganador no en vano de cinco óscar, y hasta las pegadizas canciones de Thomas Dolby para las improbables Cherry Bomb, muy por encima del actual promedio del género.
El verdadero problema es quedarse en tierra de nadie entre el cáustico carácter del Howard del cómic, y los márgenes tolerables enuna superproducción para todos los públicos, La sátira se diluye en una aventura familiar, aun así, un punto más transgresora de lo que sería esperable hoy en día, sin escatimar en puros, lenguaje mal sonante o alusiones sexuales, incluida su ambigua relación con Beverly, el único otro personaje adaptado del cómic, por no hablar de las pato-tetas, que doy fe de que nos desubicaron a muchos niños en la sala de cine; pero pierde gran parte de su mordacidad y casi todo su fatalismo, en un personaje que inició su colección tratando de suicidarse. Más se rebaja aún más a los secundarios, en una trama demasiado blanca que tampoco alcanzó a los adultos. Al final, lo más extravagante son sus imposibles estilismos ochenteros, que entonces debían pasar mucho más inadvertidos. Gerber acabó protestando porque “ese no es Howard”, y tal vez no lo sea del todo, pero al menos tampoco es Donald.
Poco importa, cuando se saldó con tal batacazo en taquilla, que aquellos primeros pasos de Marvel en el cine fueron también los últimos durante doce largos años, amén de restringir a Lucasfilm a prácticamente sus dos grandes únicos éxitos. Dos largas sombras que siguen tiñendo de morbo las valoraciones de un filme fallido, pero que nostalgia aparte, es imposible recuperar sin al menos una sonrisa entre cómplice e incrédula. Además abrió tantas puertas como las que cerró, sólo que a otros, comenzando por Alf y toda la invasión de mordaces criaturas antropomórficas que inundó la parrilla televisiva infantil a caballo entre los años ochenta y noventa, y progresivamente también en la cinematográfica, a través de adaptaciones de cómics independientes en clave de comedia más o menos gamberra como Las Tortugas Ninja, La Máscara o Men in Black.
La clamorosa ausencia de Marvel fue reparada por sorpresa por otra criatura de la Edad de Bronce, Blade, en 1998.Una llama que mantuvieron agonizante pero viva, El Castigador, El Hombre-Cosa y El Motorista Fantasma, a la sombra ahora sí de las grandes franquicias marvelitas. Hasta que la renuncia de Sony en 2013 a ésta última, pareció apagarla en comparación a la primera auténtica película de superhéroes que eran Los Vengadores. Pero nuevamente contra pronóstico, Los Guardianes de La Galaxia y un mapache parlante, directo sucesor de Howard (nacieron respectivamente en 1973 y 1976), comenzaron un nuevo ciclo en el que también renacieron Los Defensores de Netflix, y Pantera Negra o la Capitana Marvel en primera línea de la Fase Tres. Los propios Guardianes parecían una apuesta tan suicida como lo fue Howard, al ser anunciados en 2012. Pero fue el Pato quien apareció tras sus créditos, para reivindicar su triunfo también un poco como propio. Finalmente no debutará en la animación en Hulu, pero sí que volvió por todo lo alto al cómic y seguro que no lo echaremos mucho tiempo de menos. Porque la Edad de Bronce está más viva que nunca, y quienes vaticinaron la venganza de Donald tras las llegada de Disney, tendrán plumas para largo.
Actualización del artículo publicado originalmente en Marvel Age #3 (marzo de 2016).
Una pregunta se pudiese revivir la acontinuacion de la pelicula del pato horward despus de que se quedo en la tierra .que pasaria despues me gustaria que continuaran.