Spider-Man: Lejos de casa se acerca mucho a la experiencia de leer un cómic, estupendamente escrito y mejor dibujado, pero cuya trama te sabes ya de memoria, por mucho que superficialmente lo hayan renovado. Con lo que el espectador comiquero igual la ve un poco en piloto automático, fiando toda su capacidad de asombro a su despliegue visual, aunque sí creo que sorprenderá al público generalista.
Lo que no lo hace ni mucho menos un título menor, tampoco para el lector: porque nos encanta revisitar los clásicos, si saben qué actualizar y qué respetar para que nos hablen a la vez de su ahora y nuestro entonces; que no son los nombres de pila de los secundarios sino su alma. Comenzando por Mysterio, porque a Peter Parker ya lo dábamos por sentado.
Porque encarna la misma promesa del paso de la adolescencia a la juventud de Peter Parker en los años sesenta, con el añadido de venir de consumar el relevo generacional que nunca han dado los cómics en Vengadores: Endgame. Y lo que nos queda, si Sony quiere.
Y porque ese giro nos acaba llegando también a nosotros, en unas escenas postcréditos que me han dejado con muchas más ganas de ver la tercera entrega, o más bien la sexta, de las que tenía de ver ésta. Con la pregunta, desde el cómic, de si ésta vez se atreverán a ir en serio.